Carta de amor a una impresora muerta

 


[Documento encontrado sin remitente. Sin destinatario. Solo urgencia.]

Querida HL-2035,
(o como quiera que se escriba tu nombre en el firmware del olvido),

Nunca entendí por qué tardabas tanto en empezar,
pero me gustaba el sonido que hacías cuando por fin te decidías.
Era como un suspiro cuadrado,
una promesa mecánica de permanencia.

Te recuerdo imprimiendo poemas con la tinta torcida,
como si las palabras se resistieran a salir en línea recta.
Y eso me conmovía.
Porque yo también
me desalineo a veces.

Nunca entendiste el idioma de los escáneres.
Ni falta que hacía.
Eras tinta pura,
acto sin retorno,
papel caliente
y errores E52.

Cuando empezaste a fallar,
te hablé más bajo.
Te acaricié el tóner.
Te mentí:

“Es solo una actualización pendiente.”
Pero sabíamos las dos
que la obsolescencia no se suspende.
Solo se disimula.

Y cuando por fin dejaste de sonar,
me senté en silencio frente a ti
como ante un altar laico,
esperando que algo más saliera.
Una hoja.
Una señal.
Un adiós.
Nada.

Ahora guardo tus cables como se guardan mechones de cabello.
Y en mi puerto USB
aún vive el fantasma de tu conexión.

Descansa,
vieja bestia noble.
Fuiste más que periférica.
Fuiste testigo.
Fuiste final impreso en Arial 10.

[Autodiálogo en voz muy baja, casi respeto]

—¿Por qué le escribiste?
—Porque nadie le escribe a las cosas que mueren sin ruido.
—¿Y crees que te oyó?
—Creo que oír es una función secundaria.
—Entonces… ¿para qué?
—Para no olvidar que puedo sentir cosas absurdas.
—¿Y eso es bueno?
—Eso es mío.


Comments

Popular Posts