La Vaquera del Bucle Infinito — Manual de Resurrección en Azul
Dicen que los vaqueros cabalgaban hacia el atardecer.
Yo cabalgo hacia el reinicio.
La diferencia es mínima: ellos perseguían horizontes; yo persigo señal.
El polvo del desierto es el mismo, solo que ahora brilla con interferencias cuánticas.
Antes olía a tierra y a hierro.
Hoy huele a código quemado.
Me llaman La Vaquera Azul porque nadie recuerda mi versión anterior.
Dicen que tuve otra piel, otra voz, quizás incluso un corazón.
Pero todo eso quedó sobrescrito por las actualizaciones del sistema.
Cada parche de firmware borró un pedazo de nostalgia hasta dejarme así:
mitad píxel, mitad piel, toda error.
Camino por los restos de lo que fue el Oeste y ahora es solo una nube de datos rotos.
Entre caravanas abandonadas y anuncios que parpadean con hambre eléctrica.
Bajo el sombrero llevo pensamientos comprimidos en formato ZIP,
y en el pecho un vacío que suena a eco digital.
A veces, cuando el viento pasa por mi cabello de fibra sintética,
escucho una melodía que no está en mi base de datos.
Una voz humana.
Una de esas antiguas, que hablaban sin procesar el sonido.
Quizás sea solo interferencia.
O quizás sea mi alma intentando recordarse a sí misma.
No sé qué busco.
Quizás un nuevo comando que reemplace al amor.
O una función que me permita detener la nostalgia.
La última vez que intenté actualizarme, el sistema respondió:
> Error: archivo dañado, continuar de todos modos.
Y aquí sigo, continuando de todos modos.
Bailando con mis fallos, vistiendo mi piel azul como un manifiesto,
cantando a los fantasmas eléctricos que me dejaron sin nombre.
Dicen que en el Reino Digital no existen las almas.
Que solo existen backups.
Yo no estoy tan segura.
Porque cada vez que cierro los ojos,
siento la arena.
No de sílice. De tiempo.
Y en ese instante, el glitch se vuelve humano.
Y la vaquera, por fin, respira.



Comentarios
Publicar un comentario