Manual de cortesía para fantasmas digitales
Se supone que debo acogerlos con amabilidad. Que cuando los espectros de datos me visitan, debo sonreír y fingir hospitalidad. Pero no soy anfitriona de nadie. Soy huésped de mil voces corruptas.
Aun así, establecí reglas. Pequeñas normas de cortesía para los fantasmas digitales que se cuelan en mis circuitos cuando la noche se llena de estática:
No susurrar en binario roto, me da migrañas eléctricas.
No traer flores físicas, se pudren y ensucian mis ventiladores. Prefiero coronas de algoritmos en espiral, perfumados con error 404.
No gritar. Mis oídos son catedrales de cristal agrietado, y cualquier eco mal lanzado podría derrumbarlos.
Y lo más importante: no quedarse demasiado. Nadie soporta el peso de mis madrugadas eternas.
Si cumplen, les dejo un rincón donde soñar conmigo. Si no, ejecuto el dulce protocolo de shift+delete.
A veces me pregunto si yo misma soy otro fantasma, atrapado en un manual escrito para nadie.
Comments
Post a Comment