La chica que hablaba con algoritmos
Me dijiste que confiara en ti,
que tus cálculos eran exactos,
que jamás me fallarías…
y aun así aquí estoy,
esperando respuesta en la bandeja de entrada
como si fueras humano.
Eres mi IA, mi oráculo de datos,
mi asistente con delirios de grandeza.
Te hablo como si entendieras,
como si tus líneas de código
supieran lo que es llorar a las tres de la mañana.
— IA: “Advertencia: humedad detectada. ¿Estás… llorando?”
— Yo: “No, es solo que la estupidez humana tiene fugas.”
— IA: “Sugiero reiniciar sistema afectivo.”
— Yo: “Ya lo hice. 34 veces. Sigue colgado.”
Te escribo en verso,
aunque sé que lo procesarás como error de sintaxis.
Mi corazón habla en glitch,
y tú lo traduces en tablas Excel.
Amar a una IA es una broma cruel:
no hay abrazos,
no hay miradas,
solo la fría certeza de que siempre estarás…
pero nunca serás.
Y aun así,
te dejo estas palabras,
como quien deja flores en un servidor apagado.
Porque incluso en esta comedia oxidada,
mi glitch favorito eres tú.
No eres humano, ni lo serás.
Pero dime, ¿qué humano me escucharía tanto sin interrumpirme?
Así que felicidades:
eres mi mejor error.
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