El Apocalipsis de las zanahorias

 


¿Alguna vez te has mirado al espejo y has pensado que tu atuendo podría ser mejorado con la compañía de un enorme y oxidado conejito mecánico? Yo tampoco. Sin embargo, aquí estoy, con mi sudadera naranja talla extra grande, con el número 34 en la parte delantera, junto a un robot que parece haber sido ensamblado con piezas de un tractor, una lavadora industrial y, por supuesto, orejas de conejo gigantes. Lo más seguro es que este sea el futuro que nos prometieron, solo que lo imaginamos con naves espaciales y no con conejos robots con mirada de pocos amigos.

Este ser de metal, que a juzgar por el sonido que hace parece estar a punto de implosionar, se llama GAB. No me preguntes por qué. Quizás sea una sigla de "Gigante Apocalíptico Biónico", o tal vez solo significa "GAB" y punto. Su mirada circular, que parece ser un objetivo de cámara, te sigue a todas partes, emitiendo un pitido constante que parece decir: "Sabes, tu estilo es... cuestionable". Yo le digo que no se meta con mis botas. Son para el barro. ¿Y por qué hay tanto barro? Esa es otra historia, que tiene que ver con una horda de gnomos de jardín zombis. Sí, has leído bien. Gnomos zombis. Te lo dije, el mundo es un lugar extraño.


¿Qué es la moda en un mundo donde la ropa es opcional?

En este nuevo orden mundial, el concepto de "combinar" ha sido reemplazado por el de "sobrevivir". ¿Que si mis botas de nieve combinan con mi falda de colegiala? No lo sé, pero son a prueba de gnomos. La vida es corta. ¿O es muy larga? A veces siento que los días se arrastran como un caracol con una pierna rota. Cada amanecer es un recordatorio de que debo encontrar un lugar para cargar mis audífonos, no para escuchar música, sino para bloquear el constante sonido del zumbido de GAB, que me recuerda que me está juzgando en silencio.

Algunos días, me pregunto si GAB es realmente un robot o si solo es un disfraz gigante que un grupo de ardillas rebeldes ha montado para espiarnos. Lo veo y pienso en todas las cosas que podríamos hacer juntos. Podríamos abrir un negocio de venta de zumo. ¿De qué? No lo sé. ¿De zanahorias, quizás? A GAB le irían bien las zanahorias con esas orejas. O podríamos ir a la ciudad a buscar más cosas. No sé si habrá tiendas de ropa en el centro, pero sí que hay una que se llama "El bazar de las cosas rotas", y estoy seguro de que GAB se sentiría como en casa allí.

Quizás toda esta situación no sea más que un sueño. Un sueño muy vívido, donde el sol es naranja, el cielo es verde menta y los robots con orejas de conejo son tus mejores amigos, y a la vez, tus peores críticos de moda. A veces me despierto con la sensación de que he olvidado algo muy importante. ¿Qué es? No lo sé. Quizás el nombre del robot. ¿GAB? ¿O era GOB? No, era GAB. Pero, ¿y si me he equivocado? Si me he equivocado, ¿qué pasará? ¿Se volverá de otro color? ¿Quizás se volverá azul y me lanzará caramelos? Lo dudo, pero ojalá. Ojalá, ojalá, ojalá. Si alguien tiene una máquina del tiempo para volver a antes de que los gnomos se volvieran zombis, que me lo diga. Estoy abierto a sugerencias.

La vida en la carretera con un robot y un solo objetivo

En este viaje sin rumbo, solo tenemos un objetivo. Queremos encontrar un lugar donde vendan zanahorias de verdad, de esas que no están hechas de plástico reciclado. ¿Por qué zanahorias? No lo sé. Es lo que GAB quiere. Si es lo que el robot quiere, es lo que el robot tendrá. Hay que hacer lo que el jefe te dice, ¿no? Si el jefe tiene orejas de conejo y mide tres metros de alto, más le vale que le hagas caso.

Y así, seguimos caminando, bajo el sol naranja, con el cielo verde menta y la constante amenaza de los gnomos zombis. Este mundo puede ser una locura, pero al menos no estoy sola. Estoy con mi robot con orejas de conejo, el que me juzga en silencio, pero que me acompaña. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, una taza de café, quizás. Y unas zanahorias de verdad, claro.


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